Oculta tras la tragedia de la mortal explosión en Beirut hay una farsa oscura y muy expandida
que comenzó en 2013 y explica cómo las 2.750 toneladas de nitrato de amonio explosivo acabaron
en ese fatídico depósito portuario.
Esta historia, tal vez más importante, arroja luz sobre el problema mayor del abandono marítimo
de buques, marineros y cargamentos, y los factores que hacen que sea tan fácil para propietarios
y operadores de los buques desligarse de sus responsabilidades, por lo general con impunidad, y
a menudo con consecuencias de vida o muerte para el personal relegado.
Los investigadores libaneses conjeturan ahora que los fuegos artificiales almacenados
cerca de dunas de productos químicos en polvo inflamables ubicados en el Hangar 12
desencadenaron la explosión causante de una onda expansiva que arrasó edificios y
rompió ventanas de toda la ciudad. Tras matar al menos a 150 personas, herir a más de
4.000 y dejar sin hogar a otras 250.000, el estallido resultó tan poderoso que originó
ondas sísmicas equivalentes a un terremoto de magnitud 3,3 y se informa que se escuchó y
se sintió en Chipre, distante a unos 240 kilómetros a través del Mediterráneo oriental.
Pero las verdaderas causas de esta explosión provienen de factores de una dinámica más lenta
y menos espectaculares: negligencia de empresas y corrupción política, cumplimiento anémico
por parte de dudosos registros de banderas de conveniencia, que supuestamente deben pedirles
cuentas a los propietarios navieros, controles de inmigración maniatados que rutinariamente
capturan tripulaciones varadas en barcos decrépitos, normas laxas y una burocracia marítima
diseñada más para proteger el anonimato y el secreto de los propietarios navieros que para
permitir la supervisión y la transparencia de la actividad.
Esta historia más extensa comienza en un buque de propiedad rusa llamado Rhosus, apenas navegable,
con bandera de Moldavia, que en 2013 se dirigía de Georgia a Mozambique transportando toneladas de
la sustancia cristalina, volátil e inodora que es el nitrato de amonio. Tripulado por 10 ucranianos
y un ruso, el herrumbroso carguero fue detenido por autoridades portuarias libanesas que
consideraron que no era seguro para continuar su viaje.
Por negarse a contestar las llamadas apremiantes de la tripulación y de las autoridades
portuarias, el propietario del barco, un ruso llamado Igor Grechushkin, se vio pronto enfrentado
a pagar pesadas multas, incluidos alrededor de 100.000 dólares en concepto de salarios atrasados
y tasas portuarias. En respuesta, Grechushkin hizo lo que hacen muchos armadores: recortó sus pérdidas,
se declaró en quiebra y desapareció silenciosamente, abandonando a sus trabajadores, el barco destartalado
y su carga mortal.
El hecho de que Grechushkin pudiera desconocer sus obligaciones tan fácilmente es consecuencia de los
laberínticos componentes del derecho y la administración marítimos y de la naturaleza marcadamente
transitoria y transnacional de la actividad. Las autoridades libanesas se vieron muy presionadas para
arrestar a Grechushkin o confiscar su propiedad, debido a que no vivía en el Líbano sino en Chipre
y su compañía naviera, Teto Shipping Ltd., estaba registrada en las Islas Marshall.
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